jueves, 1 de agosto de 2013

יהוה

Debemos ser abiertos y tolerantes a todos los pensamientos e ideas, y no creer que nosotros poseemos la Verdad, pues eso es simple y llanamente una cruel blasfemia.
Gustavo Urquiza Valdez, de "Un cuento sin publicar.".
 
 
Capítulo uno de cinco.
 
Hay una Inteligencia Suprema que impregna el Cosmos entero con su amor. Se infunde en ti, en mí y en la humanidad entera. Hasta en el organismo más pequeño. Ese organismo es también una pieza fundamental para el plan divino, ya que esa Inteligencia universal es Dios mismo y a la vez le pertenece a ese Dios Soberano de los Mundos.
La parte física y psíquica del cuerpo humano goza de la presencia del Ser Supremo. Los sufrimientos y las tristezas que la mayor parte del tiempo nos embargan, pues son más los tragos amargos que los dulces, no son ni siquiera un átomo frente a esa Gran Mente que pertenece a “Yo Soy el que Soy”. Yo soy el que Soy es el significado del nombre de Dios en el idioma de los hebreos antiguos.
Trata lo indefinido. Él es el verdadero ser y de su ser se desprende el ser que hay en nosotros. Todo lo bueno que pensamos y somos capaces de imaginar, eso es Dios. Bondad, misericordia, gozo, alegría, bondad, sacrificio por los demás.
Si alguien quiere ser digno de la comunión con ese Padre Celestial, practique el segundo mandamiento que es semejante al primero: “ama a tu prójimo como a ti mismo…”
Los conocimientos, capacidades y destrezas que hemos adquirido a lo largo de nuestra existencia cíclica, se deben poner al servicio de los demás, pues esa es la clave para merecer el calificativo de un maestro: SERVIR A LO NOBLE.
El cambio en el Ser Humano opera mediante la paciencia, la constancia y la paciencia. Estudiemos la Biblia, el Corán, las filosofías de todos los tiempos. Desde Tales de Mileto hasta Schopenhauer. Nuestro Ser Interno que está conectado con el Ser Supremo se dará cuenta de su naturaleza perfecta y divina y vencerá el odio, el miedo y todas las perturbaciones mentales.
No soy un perito en el tema de lo místico, sin embargo sé con mucha fe que si el humano posee conciencia y mente y vida, entonces la Tierra y el Universo entero están impregnados por esas tres cualidades.
Cuando leí “Los tres mosqueteros”, me llamó la atención su grito de solidaridad de “Uno para todos y todos para uno…”. Después, años después descubrí en un libro de cientos de años de antigüedad, que era una divisa esotérica y de las ciencias herméticas que nos hacía entender que uno para el Universo y el Universo para uno.
Es en el Universo donde leemos las leyes y los estatutos que también están escritos dentro de nosotros. UNIVERSO.
Ni el tiempo ni el espacio me detendrán mientras mi mente y mi corazón se encuentren abiertos. No. El tiempo y el espacio son ilusorios para lo que es el Infinito. “Yo soy el que soy”, no es tiempo y espacio. Es ETERNIDAD.


Capítulo dos de cinco.

La comunión con el Ordenador del Universo está íntimamente ligada con el precepto milenario de conocernos a nosotros mismos. Es en nuestro propio Santuario Interior que logramos la plenitud de conciencia y de unión con los demás.

En los salmos está escrito que encomendemos a Dios todas nuestras obras y nuestros pensamientos serán afirmados. El cuidado de la mente es crucial para lograr una armonía en el ser y vencer todo obstáculo que signifique un desequilibrio en la existencia.

El “qué dirán” sale sobrando. No existe el infierno tan absurdo en el que se consumirán eternamente las almas de los pecadores. Es en este plano material en donde nos encargamos de fortalecernos para evolucionar espiritualmente y finalmente, ya cuando estemos listos, retornar en toda nuestra esencia a la Morada Celestial.

Como resultado de dicho discernimiento, podemos deducir que el miedo y otras emociones que perturban y perjudican son porque las alimentamos. Los sufrimientos y las vicisitudes vendrán de todas formas. Es donde se me presenta el significado de que sí es posible la reencarnación de las almas.

Evolucionamos de vida en vida hasta lograr ser maestros y conocer los antiguos misterios, las Sagradas Enseñanzas que como dije en el capítulo anterior, ya están escritas en nosotros.

Muy cierto lo que decía el poeta, “el triunfo y el fracaso son dos grandes impostores…”

Y digo que es cierto porque para mí únicamente existe el estar en paz conmigo mismo.